Cuando decimos “no estamos de acuerdo” estamos usando una falacia retórica.
Toda declaración puede ser verdadera, falsa o incompleta, estemos de acuerdo con una o no.
- No existen leyes de ciencia en sí. Hay procedimientos que han evolucionado que son utilizados para eliminar error, sesgo, ilusiones y engaños de nuestras hipótesis. Estos procesos no nos dicen si una premisa puede ser verdadera, sólo nos da a entender que puede ser una premisa cierta si sobrevive a una serie de críticas.
- Existen intuiciones, hipótesis, teorías, leyes y tautologías porque las hemos construido y hemos demostrado que existen como tal.
- Existen premisas no tautológicas, aunque ciertas: en otras palabras, en cualquier declaración de precision arbitraria, debemos buscar límites, porque todas las reglas generales poseen límites. Aquí fue donde Ludwig von Mises fracasó al intentar hacer uso del racionalismo Kantian en lugar del racionalismo crítico de Karl Popper: las ciencias. Ya que no hay premisas ciertas, no hay deducciones ciertas. Ya que hay leyes que podamos deducir de los resultados de igual precisión. Pero estas son imprecisas, y por ende, también lo son nuestras deducciones.
- Nosotros podemos construir premisas descriptivas (teorías) que son verdaderas, pero no son ejecutables porque carecen de precisión suficiente. Una regularidad puede ser tan lenta (como los ciclos económicos, políticos, ciclos de generación y ciclos de civilizaciones) que no importa lo que hagamos dentro de ellos porque a la larga, es solamente ruido.
Ludwig von Mises propone que la historia no es regular y lo hace presumiendo que el intercambio es único porque es subjetivo y momentáneo.
Pero también Mises propone que podemos simpatizar con premisas económicas y por ende probar la racionalidad de cualquier incentivo.
Este par de propuestas constituyen una contradicción lógica. Ya que nosotros podemos decidir si un incentivo es racional, y podemos probar la racionalidad de las decisiones de toros (así es como ponemos a prueba a los mentirosos en las cortes), luego nuestros juicios son marginalmente indiferentes. Si son marginalmente indiferentes, entonces pueden ser representados como constantes.
Así que a un lado del espectro, las decisiones son marginalmente indiferentes y hemos probado esto en miles de formas tanto en la economía como la psicología experimenta.
Y al otro lado del espectro de los pretendidos axiomas Misesianos, y sus pretendidas leyes (inflación, neutralidad de la moneda, salario mínimo) son ambas suficientemente imprecisas para no poder ser puestas en ejecución. Cuando de hecho, es posible producir exterioridad adrede cuando de forma intencional se manipulan estos comportamientos causados por información asimétrica y distribución de recursos.
Este tipo de distorsiones pueden ser medidas de forma bastante precisa.
Así que noe s que estos sistemas no sean regulares (porque si lo son), o que no sean deterministas (que también lo son) o que no sean ejecutables (lo son) y que por ende son científicamente probables.
En lugar de ser impermeables a la ciencia en el desarrollo de las reglas generales, éste tipo de acciones son inmorales: Estas acciones tienen como consecuencia transferencias involuntarias de gente con un preferencias de tiempo más largas o más cortas, a aquellas personas que tengan una preferencia de tiempo más alta o más larga. Es decir que no solamente roban sino que privan a los bienes de cambios de comportamiento necesarios para preservar la preferencia de tiempo extendida.
Por ejemplo: Mises confundió el robo de la moralidad con una verdad científica.
Su segundo gran fracaso fue que no pudo aprehender que intuir (como Bruwer pudo en las matemáticas y Bridgman lo hizo en la física) que la praxeología producía pruebas de construcción, pero que eran insuficientes para deducirlas.
Una prueba de construcción es requerida (no sólo en economía pero también en matemática) para demostrar que una premisa económica es existencialmente posible. Es un medio para intentar falsear una declaración.
Pero la mayoría de los efectos económicos no son deducibles, sólo son observables empíricamente y luego pueden ser explicados. Son explicados al intentar construirlos a partir de una secuencia de operaciones racionales. Si no pueden ser construidos, entonces no podemos construir prueba existencial de ellos y por ende, esas premisas no pueden ser posibles.
Es posible construir pruebas existenciales para acciones humanas en el Keynesianismo. Pero estas pruebas nos dicen que tales manipulaciones son un acto de engaño que tienen como consecuencia transferencias involuntarias (robo). Por ello esas acciones no son científicas.
Por ello, Mises está equivocado. El confunde lo inmoral y lo no científico. Confunde el justificarse bajo el contrato de la moral, con premisas candidatas a ser verdad que sobreviven la crítica.
Esto es un asunto que no es trivial. Es probablemente una de las premisas filosóficas más importantes del siglo XX que los pensadores no lograron resolver de la misma forma que todos los que estaban antes que ellos.
Pero ahora está resuelta.
Mises simplemente estaba equivocado. Era un austro-húngaro cosmopolita y sencillamente fracasó. Fracasó peor que Brouwer y Bridgman.
Y porque fracasó, también lo hizo Hayek.
Hemos sido sujeto de un siglo de engaños